22 junio 2010

El sueño mundialista

Si, si, si, ya se. De lo que menos esperan leer acá es de futbol, pero la fiebre mundialista me tiene podrida.

De los 3 partidos que jugó la selección, no vi ninguno. En el primero, que era a las 11 de la mañana, obviamente, estaba durmiendo. De ese modo, no tuve que recibir quejas, debido a mis comentarios, -de maridos o madres-, que sí están interesados en ver el partido dado que no fui un estorbo at all. Para el segundo que era a las 8:30, por suerte, también estaba durmiendo plácidamente, mientras mi madre lo miraba sola en el living desprovisto de marido dado que, éste último, estaba trabajando.

Hasta ahí es lógico porque digamos que los horarios mañaneros, me facilitaron la evasión de tan esperado suceso para el resto de los mortales.

El tema es que hoy también me quedé dormida. Tómenlo como una cábala, tómenlo como que el futbol me importa lo mismo que la astrología, o como una muestra de que tengo mucho sueño. Pero a partir de ahora, pienso hacerles el favor y dormirme impunemente sea la hora que sea. Así, sin más.

Igual, confieso que cuando me desperté prendí la tele a ver cómo habían salido todos los partidos. Es que soy una incomprendida, yo aliento a la selección, pero desde otro lugar.

Esto es para que vean que yo tambien tengo un sueño (Cuak).



Y ustedes ¿qué cábalas tienen?



14 junio 2010

El libro perfecto

Hace unos días, mientras paseaba por un foro de Literatura cuyo nombre no recuerdo, me encontré con un thread (especie de post de los foros) que preguntaba cuál era el libro perfecto. En ese foro se había suscitado una terrible disputa alrededor de la Biblia. Varios sostenían que la Biblia ("libro" en griego) era un libro perfecto y otros gritaban hasta acalambrarse diciendo que no. Dado el contenido laico de La Covacha (no voy a decir ateo porque... porque me gusta decir laico) no voy a entrar en la discusión casi absurda (del todo absurda, bah) de discutir la perfección o no de un libro tan desprolijo como la Biblia y sí me voy a quedar con la pregunta inicial. ¿Cuál es el libro perfecto?

Los libros son algo maravilloso. Por más que Steve Jobs y la mar en coche de Silicon Valley nos quiera vender que el futuro está en una pantalla, la industria del libro (más allá de si es interesante o no el contenido del libro en sí) está más vigorosa que nunca. Quiero decir si Ileana Calabró y Belén Francese tienen publicados libros (por no decir Ari Paluch, que no solo tiene uno, sino que tiene dos) entonces no solo la industria del libro no están en crisis, sino que está en su mejor momento. 

Pero volvamos a los libros. Los libros nos han hecho soñar, llorar, amar, putear, saborear, viajar, los libros nos han hecho vivir. Los hemos escrito, maltratado, prestado, perdido, ocultado, odiado y amado. Les hemos hecho lugar en estantes donde ya no cabían libros, les hemos comprado bibliotecas que apenas entraban en nuestras habitaciones, los hemos puesto y sacado de cajas, los hemos mudado, los hemos vendido, nos hemos abalanzado sobre ellos en algún puestito de saldo, nos hemos babeado ante un incunable en una mesa de usados. Una vez me ocurrió que mi querida colega covachera Cecil me mostró orgullosísima dos tomos gorditos, muy marrones y viejitos diciéndome "solo vos podés entender por qué me compré estos libros". Eran Las aventuras de Rocambole, el libro que leía Silvio Astier, el protagonista de El juguete rabioso de Roberto Arlt y lo había conseguido en una librería de viejos en Rosario.

Los amamos mucho. Y como los amamos mucho tiene que haber varios favoritos. ¿Pero perfectos? Temo que perfecto solo puede existir uno. Y como cada uno es cada quien, voy a contar cuál es mi libro perfecto y los voy a invitar a que cuenten cuál es su libro perfecto, ese que admiran y que odian al mismo tiempo (por su perfección, claro, porque ustedes quisieran escribir uno así, exactamente así). 

Mi libro perfecto es Ficciones de Jorge Luis Borges. Hasta los veinticinco años, mi relación con Borges fue poco más que mala. Había leído el cuento "El cautivo" (del que mi colega covachera Cecil y yo recitamos una vez al unísono "En Junín o Tapalqué refieren la historia"... a veces nos ponemos insoportables) y había intentado leer El Aleph sin éxito alguno. Pero a los veinticinco años tomé de una biblioteca Ficciones y mi vida cambió. Fue tal la impresión que me causó ese libro que siempre digo que todavía tengo la cicatriz en la frente porque fue como si me hubiera golpeado algún garrote al leerlo. La perfección existía y había sido escrito por ese escritor siempre tan renegado por elitista. Borges no es elitista, Borges nos pone a prueba y si resultamos vencedores, obtenemos la llave para apreciar uno de los hechos artísticos más bellos que ha dado la humanidad: el libro de libros, el libro infinito del que se habla en "La Biblioteca de Babel".

Como sucesivas flores, los libros se van abriendo en el libro. El primer cuento comienza con un libro que se abre y un instante de fantasía que se cuela en la realidad del mismo Borges y de Bioy. El libro sigue y nos refiere a otros libros, otros autores, otros autores que quieren imitar a otros autores, laberintos que se duplican y triplican, hombres que no pueden olvidar. El universo, después de todo, parece ser una biblioteca.

Quizá no les guste Ficciones, quizá odien a Borges. Pero la literatura nos ofrece la diversidad, así que aquí les dejo la pregunta, para ustedes, ¿cuál es el libro perfecto?

25 mayo 2010

La identidad

Hace dos años y medio decidí mudarme de Buenos Aires a Córdoba. La sensación de ahogo del microcentro Porteño hizo estragos en mí, lo juro. Salir del trabajo a las 6 de la tarde y encontrarme con que un piquete cortaba la 9 de julio, no estaba bueno, sobretodo porque terminaba llegando a mi casa a las 9 de la noche. Vivir a 25 cuadras de distancia y tardar 45 minutos en llegar a las 9 de la mañana, tampoco. Ver a la gente correr y correr en círculo sin llegar a ningún lado, me daba una sensación muy difícil de explicar, pero que, supongo, se parece a la Agorafobia.

Sin embargo, Buenos Aires tiene ese no se qué que hoy, particularmente, extraño. En dos años y medio, nunca tuve la necesidad de estar allá. Sí, claro, la familia, los amigos… todo se extraña, pero la ciudad, en mi caso, no.

Por suerte Córdoba, sin llegar a ser el loquero que sigue siendo Capital Federal, tiene también su pequeño desastre microcentrico(?). Hasta ahora, me había funcionado ir cada tanto a esa zona si extrañaba el quilombo. Pero hoy, particularmente hoy, me hubiera gustado estar allá. Ver los festejos, pasear por la 9 de Julio, ir al Teatro Colón.

Pensar que pasaba todos los días religiosamente con el 115 por la puerta eh, pero jamás se me ocurrió visitarlo.

¿Qué tendremos los Porteños que, a pesar de tener a nuestro alcance lugares maravillosos, con el correr de la vida vamos perdiéndole el sentido a las calles, a los lugares, a los paisajes?

Yo, desde acá y Cordoberisada (?) les deseo a todos un Feliz Bicentenario. Y sigan caminando, pero no corran. A veces es bueno parar y reconocerse. Oh, la identidad.



Felices 200 años.



Pd: los dejo con este temazo de Sabina, no se por qué me representa mucho a Buenos Aires.

19 mayo 2010

La palabra florida

Hace muchos años (ay, cómo pasa el tiempo) mi profesora de Lengua y Literatura de 5º año nos dio para leer una serie de poemas en náhuatl, la lengua de los aztecas. No recuerdo mucho los poemas, aunque sí recuerdo que todos tenían un terrible tono sombrío, muy propio de esa cultura que amaba la sangre y la guerra. Pero lo que más me marcó fue que los aztecas llamaban a esos poemas la palabra florida.

Hace  un mes más o menos, publiqué este post, en donde hablaba de la derrota de la palabra, al menos de la palabra compleja, la palabra que dice más allá de lo que quiere decir. Tardé bastante tiempo en escribir este post y en tratar de unir ideas que me permitieran lograr concebir la idea de que la palabra aún podía triunfar en un mundo que se rige por lo que se vende y cuando aquello que amamos, la palabra florida, no es un bien enajenable.

Hubo una época en nuestro país en la que dos grupos se disputaban la verdad sobre el arte. Unos pensaban en la belleza de las formas sin restricciones, otros proponían que el arte no podía estar alejado de las cuestiones sociales y políticas. Entre ambos grupos se gestaron algunos de los más grandes escritores que tuvo nuestro país. Quizá no sea necesaria una respuesta, quizá sea necesaria la lucha misma, y en esa dialéctica, vivir.

Tengo la impresión de que no podemos ganarle a Ricardo Fort tirándole de las mechas a Graciela Alfano, es una batalla perdida, en serio, no hay "ficción" de Borges (ni siquera "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius")que supere la insoportable atracción de lo bizarro. Pero también tengo la impresión de que cada uno de nosotros disfruta de pelear por causas que parecen derrotadas desde el inicio. La misma lucha nos hace crear, nos hace debatir, nos hace pelear entre nosotros para descubrir los mismos motivos del arte, la misma razón de la palabra que florece. Y al fin de cuentas, el futuro será nuestro, por prepotencia de trabajo.