Una vez leí que el psicoanálisis surgió del Malestar en la Cultura que, en su momento, vivenciaron algunas mujeres por estar inmersas en un mundo de hombres. A raíz de ese malestar, aparecieron los síntomas histéricos que llevarían a Freud a pensar una ciencia nueva que revolucionaría, en muchos sentidos, las relaciones humanas.
Estos Síntomas son esperables en un mundo en donde todo lo pulsional y lo individual debe quedar vedado en pos de formar parte de una Sociedad. De esta manera, los síntomas serían un mecanismo de defensa ante tanta sublimación obligada. En esta perspectiva, el síntoma, entendido desde el psicoanálisis, juega un papel muy distinto al que se le otorga, por ejemplo, en la medicina, es decir, mientras que en esta última, el síntoma es sinónimo de mala palabra, para nosotros, es el primero que habla de una estructura o de un padecimiento que, de otro modo, no conoceríamos y que, por ende, no podríamos analizar.
Pero me gustaría hablar aquí de otro rol fundamental que se le adjudica al 'síntoma psicoanalítico' y que tiene que ver con la existencia de la relación sexual.Tal vez algunos de ustedes hayan leído o escuchado algo de Lacan (oh, Lacan). Aquí voy a tratar de articular modestamente algunos conceptos que son necesarios para entender lo que trato de exponer.
Todos sabemos que, desde el comienzo, el Lenguaje nos precede y nos nombra, incluso antes de que aprendamos a hablar somos nombrados. El lenguaje es lo que estructura nuestro inconciente. Este se manifiesta a nuestro sistema consciente mediante síntomas, sueños, lapsus, etc. A su vez el Inconsciente, que está estructurado como un lenguaje, es nuestro mayor tesoro en tanto que allí se hospedan todos nuestros deseos no en vano llamados 'inconscientes'.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando aparece la necesidad de nombrar algo que no está inscripto en el Inconsciente? Hay cosas que se pierden incluso, a nuestro inconsciente. Una de esas cosas fundamentales que se ha perdido de inscribir en el sistema inconsciente es el sexo femenino.
Es conocido que los niños, cuando forman sus teorías sexuales infantiles, hablan de un sexo único, al que en psicoanálisis llamamos "Falo" y que en el inconsciente colectivo se relaciona con el sexo masculino: el pene. De este modo y entendiendo que la relación sexual se da entre sexos diferentes, no podríamos hablar de ella, dado que en el inconsciente solo hay registro para uno de los sexos.
Ustedes me dirán: qué sucede en las relaciones homosexuales tanto femeninas como masculinas. Bien, voy a volver a decirles que el inconsciente ES HOMO-SEXUAL, dado que tiene un solo significante para nombrar a ambos sexos. Es decir, en el inconsciente se inscribe EL SEXO y no LOS SEXOS, por lo tanto, al no haber significante que nombre al OTRO, no hay forma de nombrar la relación sexual. De aquí el famoso: NO HAY RELACIÓN SEXUAL. No hay relación entre sexos, sino, entre un solo sexo: el falo.
Ahora bien, no conformes con esto, nos atrevemos a decir que ‘la mujer no existe’. Si decimos que no hay forma de nombrar al otro sexo, es decir, al OTRO en la relación sexual, y decimos que solo un sexo se inscribe en el inconsciente, se deduce que el sexo de la mujer es lo que no se puede nombrar e inscribir, por lo tanto, la mujer de la relación sexual no existe en el inconsciente. Podemos decir, además, que en el lugar del Otro -que es el inconsciente y por lo tanto, el lugar del lenguaje- EL OTRO -es decir, la mujer- no tiene lugar. Siguiendo esta línea, en la que el inconsciente inscribe un solo tipo de goce, el goce fálico de cada uno, hay algo que se escapa y de lo que no se puede dar cuenta a través del lenguaje, eso es: el goce del Otro, [es decir de LA MUJER y acá todos los hombres pueden recordar la famosa pregunta: qué quieren las mujeres].
Podemos decir que en una relación sexual cuerpo a cuerpo con otro, cada quién goza solo, no goza DEL otro. Entonces, ¿es posible tolerar la inexistencia de la relación sexual? ¿Es posible aceptar el hecho de no poder descifrar el goce del otro? No, no es posible y lo que suplanta esa falta, esa ausencia de relación sexual es, justamente, el 'síntoma'.
Es en este aspecto que el síntoma tiene dos vías: la del Goce, y la del Sentido. Es decir, mediante él conocemos algo de nuestro inconsciente dado que nos habla, nos comunica algo del orden del SENTIDO. Y a su vez, nos permite gozar, sin tener que soportar conscientemente el hecho de no saber nada del goce del Otro. Es el goce en el Displacer.
Por lo general, el síntoma mantiene vivo el vínculo social de un Sujeto, dado que anuda e involucra a lo inconsciente, -es decir, lo cifrado-, el cuerpo, y el otro, al menos en la fantasía. Entonces, ¿cuál es el síntoma que suplanta la relación sexual con un otro? Ante la imposibilidad en el inconsciente para la relación sexual, se nos permite el amor.
Si decimos que el síntoma es suplencia, y la suplencia permite el amor, podemos decir que el amor es el síntoma que nos permite el vínculo social en lo Real. Permite anudar el GOCE en un vínculo entre dos sujetos que, de otro modo, seguirían gozando por separado y, a los que, a su vez, el goce por separado los llevaría a un GOCE sin límites, lo cual atenta contra el Orden Social que se nos impone desde pequeños. La mujer sería, entonces, un síntoma para el hombre. Y a su vez el hombre, de este modo, eligiendo a UNA mujer mediante el amor, pondría límite a su propio GOCE que no conoce del Goce Otro, permitiendo en él, el anudamiento de ambos Goces. El amor es, en este sentido, civilizador. Es un amor monogámico, similar al que se plantea para el ideal modelo de familia.
Por último voy a formular una pregunta frecuente en psicoanálisis: ¿el síntoma debe o no ser suprimido? Si el síntoma es el que nos habla de aquello que nos está vedado conscientemente y que, por otro lado, es lo que sostiene el vínculo social con otro, ¿sería lógico suprimirlo?
No, a mi entender no sería aconsejable. A decir verdad, no creo que sea posible, pero lo que se busca con el psicoanálisis no es hacer desaparecer el síntoma, sino moldearlo, hacerlo más homogéneo con el vínculo social del sujeto.
Espero haber sido clara y que les haya interesado el tema. De ser así, seguiremos hablando de Psicoanálisis.
Estos Síntomas son esperables en un mundo en donde todo lo pulsional y lo individual debe quedar vedado en pos de formar parte de una Sociedad. De esta manera, los síntomas serían un mecanismo de defensa ante tanta sublimación obligada. En esta perspectiva, el síntoma, entendido desde el psicoanálisis, juega un papel muy distinto al que se le otorga, por ejemplo, en la medicina, es decir, mientras que en esta última, el síntoma es sinónimo de mala palabra, para nosotros, es el primero que habla de una estructura o de un padecimiento que, de otro modo, no conoceríamos y que, por ende, no podríamos analizar.
Pero me gustaría hablar aquí de otro rol fundamental que se le adjudica al 'síntoma psicoanalítico' y que tiene que ver con la existencia de la relación sexual.Tal vez algunos de ustedes hayan leído o escuchado algo de Lacan (oh, Lacan). Aquí voy a tratar de articular modestamente algunos conceptos que son necesarios para entender lo que trato de exponer.
Todos sabemos que, desde el comienzo, el Lenguaje nos precede y nos nombra, incluso antes de que aprendamos a hablar somos nombrados. El lenguaje es lo que estructura nuestro inconciente. Este se manifiesta a nuestro sistema consciente mediante síntomas, sueños, lapsus, etc. A su vez el Inconsciente, que está estructurado como un lenguaje, es nuestro mayor tesoro en tanto que allí se hospedan todos nuestros deseos no en vano llamados 'inconscientes'.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando aparece la necesidad de nombrar algo que no está inscripto en el Inconsciente? Hay cosas que se pierden incluso, a nuestro inconsciente. Una de esas cosas fundamentales que se ha perdido de inscribir en el sistema inconsciente es el sexo femenino.
Es conocido que los niños, cuando forman sus teorías sexuales infantiles, hablan de un sexo único, al que en psicoanálisis llamamos "Falo" y que en el inconsciente colectivo se relaciona con el sexo masculino: el pene. De este modo y entendiendo que la relación sexual se da entre sexos diferentes, no podríamos hablar de ella, dado que en el inconsciente solo hay registro para uno de los sexos.
Ustedes me dirán: qué sucede en las relaciones homosexuales tanto femeninas como masculinas. Bien, voy a volver a decirles que el inconsciente ES HOMO-SEXUAL, dado que tiene un solo significante para nombrar a ambos sexos. Es decir, en el inconsciente se inscribe EL SEXO y no LOS SEXOS, por lo tanto, al no haber significante que nombre al OTRO, no hay forma de nombrar la relación sexual. De aquí el famoso: NO HAY RELACIÓN SEXUAL. No hay relación entre sexos, sino, entre un solo sexo: el falo.
Ahora bien, no conformes con esto, nos atrevemos a decir que ‘la mujer no existe’. Si decimos que no hay forma de nombrar al otro sexo, es decir, al OTRO en la relación sexual, y decimos que solo un sexo se inscribe en el inconsciente, se deduce que el sexo de la mujer es lo que no se puede nombrar e inscribir, por lo tanto, la mujer de la relación sexual no existe en el inconsciente. Podemos decir, además, que en el lugar del Otro -que es el inconsciente y por lo tanto, el lugar del lenguaje- EL OTRO -es decir, la mujer- no tiene lugar. Siguiendo esta línea, en la que el inconsciente inscribe un solo tipo de goce, el goce fálico de cada uno, hay algo que se escapa y de lo que no se puede dar cuenta a través del lenguaje, eso es: el goce del Otro, [es decir de LA MUJER y acá todos los hombres pueden recordar la famosa pregunta: qué quieren las mujeres].
Podemos decir que en una relación sexual cuerpo a cuerpo con otro, cada quién goza solo, no goza DEL otro. Entonces, ¿es posible tolerar la inexistencia de la relación sexual? ¿Es posible aceptar el hecho de no poder descifrar el goce del otro? No, no es posible y lo que suplanta esa falta, esa ausencia de relación sexual es, justamente, el 'síntoma'.
Es en este aspecto que el síntoma tiene dos vías: la del Goce, y la del Sentido. Es decir, mediante él conocemos algo de nuestro inconsciente dado que nos habla, nos comunica algo del orden del SENTIDO. Y a su vez, nos permite gozar, sin tener que soportar conscientemente el hecho de no saber nada del goce del Otro. Es el goce en el Displacer.
Por lo general, el síntoma mantiene vivo el vínculo social de un Sujeto, dado que anuda e involucra a lo inconsciente, -es decir, lo cifrado-, el cuerpo, y el otro, al menos en la fantasía. Entonces, ¿cuál es el síntoma que suplanta la relación sexual con un otro? Ante la imposibilidad en el inconsciente para la relación sexual, se nos permite el amor.
Si decimos que el síntoma es suplencia, y la suplencia permite el amor, podemos decir que el amor es el síntoma que nos permite el vínculo social en lo Real. Permite anudar el GOCE en un vínculo entre dos sujetos que, de otro modo, seguirían gozando por separado y, a los que, a su vez, el goce por separado los llevaría a un GOCE sin límites, lo cual atenta contra el Orden Social que se nos impone desde pequeños. La mujer sería, entonces, un síntoma para el hombre. Y a su vez el hombre, de este modo, eligiendo a UNA mujer mediante el amor, pondría límite a su propio GOCE que no conoce del Goce Otro, permitiendo en él, el anudamiento de ambos Goces. El amor es, en este sentido, civilizador. Es un amor monogámico, similar al que se plantea para el ideal modelo de familia.
Por último voy a formular una pregunta frecuente en psicoanálisis: ¿el síntoma debe o no ser suprimido? Si el síntoma es el que nos habla de aquello que nos está vedado conscientemente y que, por otro lado, es lo que sostiene el vínculo social con otro, ¿sería lógico suprimirlo?
No, a mi entender no sería aconsejable. A decir verdad, no creo que sea posible, pero lo que se busca con el psicoanálisis no es hacer desaparecer el síntoma, sino moldearlo, hacerlo más homogéneo con el vínculo social del sujeto.
Espero haber sido clara y que les haya interesado el tema. De ser así, seguiremos hablando de Psicoanálisis.