25 mayo 2010

La identidad

Hace dos años y medio decidí mudarme de Buenos Aires a Córdoba. La sensación de ahogo del microcentro Porteño hizo estragos en mí, lo juro. Salir del trabajo a las 6 de la tarde y encontrarme con que un piquete cortaba la 9 de julio, no estaba bueno, sobretodo porque terminaba llegando a mi casa a las 9 de la noche. Vivir a 25 cuadras de distancia y tardar 45 minutos en llegar a las 9 de la mañana, tampoco. Ver a la gente correr y correr en círculo sin llegar a ningún lado, me daba una sensación muy difícil de explicar, pero que, supongo, se parece a la Agorafobia.

Sin embargo, Buenos Aires tiene ese no se qué que hoy, particularmente, extraño. En dos años y medio, nunca tuve la necesidad de estar allá. Sí, claro, la familia, los amigos… todo se extraña, pero la ciudad, en mi caso, no.

Por suerte Córdoba, sin llegar a ser el loquero que sigue siendo Capital Federal, tiene también su pequeño desastre microcentrico(?). Hasta ahora, me había funcionado ir cada tanto a esa zona si extrañaba el quilombo. Pero hoy, particularmente hoy, me hubiera gustado estar allá. Ver los festejos, pasear por la 9 de Julio, ir al Teatro Colón.

Pensar que pasaba todos los días religiosamente con el 115 por la puerta eh, pero jamás se me ocurrió visitarlo.

¿Qué tendremos los Porteños que, a pesar de tener a nuestro alcance lugares maravillosos, con el correr de la vida vamos perdiéndole el sentido a las calles, a los lugares, a los paisajes?

Yo, desde acá y Cordoberisada (?) les deseo a todos un Feliz Bicentenario. Y sigan caminando, pero no corran. A veces es bueno parar y reconocerse. Oh, la identidad.



Felices 200 años.



Pd: los dejo con este temazo de Sabina, no se por qué me representa mucho a Buenos Aires.

19 mayo 2010

La palabra florida

Hace muchos años (ay, cómo pasa el tiempo) mi profesora de Lengua y Literatura de 5º año nos dio para leer una serie de poemas en náhuatl, la lengua de los aztecas. No recuerdo mucho los poemas, aunque sí recuerdo que todos tenían un terrible tono sombrío, muy propio de esa cultura que amaba la sangre y la guerra. Pero lo que más me marcó fue que los aztecas llamaban a esos poemas la palabra florida.

Hace  un mes más o menos, publiqué este post, en donde hablaba de la derrota de la palabra, al menos de la palabra compleja, la palabra que dice más allá de lo que quiere decir. Tardé bastante tiempo en escribir este post y en tratar de unir ideas que me permitieran lograr concebir la idea de que la palabra aún podía triunfar en un mundo que se rige por lo que se vende y cuando aquello que amamos, la palabra florida, no es un bien enajenable.

Hubo una época en nuestro país en la que dos grupos se disputaban la verdad sobre el arte. Unos pensaban en la belleza de las formas sin restricciones, otros proponían que el arte no podía estar alejado de las cuestiones sociales y políticas. Entre ambos grupos se gestaron algunos de los más grandes escritores que tuvo nuestro país. Quizá no sea necesaria una respuesta, quizá sea necesaria la lucha misma, y en esa dialéctica, vivir.

Tengo la impresión de que no podemos ganarle a Ricardo Fort tirándole de las mechas a Graciela Alfano, es una batalla perdida, en serio, no hay "ficción" de Borges (ni siquera "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius")que supere la insoportable atracción de lo bizarro. Pero también tengo la impresión de que cada uno de nosotros disfruta de pelear por causas que parecen derrotadas desde el inicio. La misma lucha nos hace crear, nos hace debatir, nos hace pelear entre nosotros para descubrir los mismos motivos del arte, la misma razón de la palabra que florece. Y al fin de cuentas, el futuro será nuestro, por prepotencia de trabajo.