27 abril 2010

La no - palabra

Retomando un poco lo que hablaba Gaby en este post, me gustaría analizar algunas noticias recientes que, desde mi punto de vista, pueden interpretarse como resultado del triunfo del silencio o, mejor dicho, de la no-palabra.
Normalmente uno se comunica con el otro, entre otras cosas, a través de ellas. Sin embargo, muchas veces somos testigos de casos en los cuales las palabras no median y es, en este sentido, en el que son las acciones las que sí lo hacen.
Pero estas acciones, no son acciones comunes. Son acciones que están teñidas de inconsciente. Son acciones que, además, se salen del marco del discurso y dan como resultado un estado irreversible.

Hace pocos días, nos enteramos de la terrible historia entre dos amigas, con un desenlace lamentable.

"Silvia golpeó a su amiga Carola en la cabeza con una maza, golpe por el cual, 9 días después murió. El motivo del golpe fue que Carola tenía en su poder un video sexual de su amiga Silvia, en el que se la veía teniendo sexo con un ex novio de ella. Carola la amenazó con mostrárselo a quien, en días, se convertiría en marido de Silvia".

Contado así, parece que estuviera relatando la trama de una novela, pero no.

En este post, me gustaría hablar de éste caso puntual y analizar a la luz del psicoanálisis, cuáles fueron los mecanismo que fallaron para terminar con semejante desenlace.

¿Qué sucede cuando las palabras no intervienen y son las acciones impulsivas las que aparecen en su lugar? ¿Cuál es el peligro de la ausencia de la metáfora o la fantasía?

El peligro es éste. El pasar por la palabra nos obliga a pensar. A reflexionar antes de accionar. Lo que no pasamos por la fantasía, o por el pensamiento, es decir, por la palabra, es indefectiblemente un accionar inconsciente e impulsivo.

Justamente ese es el peligro de estas acciones, que no son más que ‘Pasajes al Acto’.
El 'Pasaje al acto’ no es un acto, sino un actuar inconsciente, que se produce cuando el sujeto se confronta con lo real, con lo que es como objeto para el Otro. Lo cual produce una angustia incontrolable, que lo lleva a identificarse con el objeto que es para ese otro, dejándose caer.
‘Dejarse caer’, en muchos casos, es el correlato esencial de todo 'Pasaje al acto' .
En él toda simbolización se ha vuelto imposible.
El sujeto se eyecta ofreciéndose al otro, como si ese Otro que es, en verdad, un lugar vacío, -dado que es el lugar de los significantes, es decir, del lenguaje-, se encarnara imaginariamente y pudiera gozar de su muerte.
El ejemplo clásico del ’Pasaje al acto’ es el suicidio. El 'dejarse caer' es literal en estos casos, por ejemplo, en el suicidio de alguien que se tira al vació. Es tan literal como la frase anterior: ‘El sujeto se eyecta ofreciéndose al otro (…) que es, en verdad, un lugar vacío

En contraposición con el Pasaje al acto, tenemos el Acting Out, que es un accionar dirigido a otro. Es decir, un acto, en el sentido de una actuación. Este tiene como espectador a un Otro, a quien no se le puede decir algo, pero al que se le actúa ese algo. Y, además, tiene como finalidad, que ese otro le otorgue sentido y significancia.
El acting Out da a oír a Otro, que se ha hecho sordo*. En busca de una verdad, prima lo que no se puede decir por la simbolización. El que actúa en un Acting Out, no actúa en su nombre. Es un signo de mostración que tiene un destinatario, y es quien el sujeto, inconscientemente, espera que le dé significación.
Y aquí podemos poner como ejemplo miles de casos, dado que todas las semanas aparecen en los diarios noticias en las que un chico le pegó a un maestro, o grupos de adolescentes que se dan cita en un shopping sólo para agarrarse a trompadas, etc.
Pero decía, contrario al Acting Out, el ‘Pasaje al acto’ no tiene un destinatario, y tampoco espera una interpretación. Es más, podría decirse que el Acting Out es un pasaje de ida y vuelta, dado que el sujeto puede irse en el, pero luego volver. Mientras que el ‘Pasaje al acto’ es un sin retorno. Irreversible. Es un significante Forcluído, [a.k.a perdido], de la cadena simbólica.
El sujeto del ‘Pasaje al acto’ es un sujeto ávido de reconocimiento, el Pasaje al acto es en sí, pura demanda de amor de un sujeto que sólo puede vivirse como un desecho a evacuar*. Sin embargo, no espera una interpretación, es un sujeto que ya no espera nada de ese Otro. Por ello, esa entrega al vacío de muchos suicidas, ese 'Dejarse caer'.
Contrariamente a esto, el sujeto del ‘Acting Out’ es un sujeto que se da a descifrar al Otro a quien se dirige. Y es, en este sentido, una demanda de simbolización, de interpretación, si se quiere.

Hoy por hoy, estamos rodeados de gente actuante y de Pasajes al acto: desde una pelea en televisión, hasta la noticia de un asesinato en los noticieros, vemos continuamente como, cada vez más, pareciera quedar de lado la palabra.
Prima la violencia, la emoción violenta, la impulsividad, y escasea la reflexión.


Para terminar quisiera citar a gaby que bien dice: 'Esas son las espantosas consecuencias de achatar a la palabra, de dejarla en el lugar humillante de un simple enunciado y de quitarle aquello que la hace bella, su posibilidad de decir más de lo que dice, su posibilidad de ser, en sí misma, una metáfora'.






Fuentes: aca y acá

22 abril 2010

La Covacha Recomienda: La Agrado

De la maravillosa película Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar, quería rescatar en dos videítos ese personaje increíble que es la Agrado de Antonia San Juan. Travesti interpretado por una mujer (uno de esos tantos giros de Almodóvar), la Agrado es uno de esos personajes secundarios que se roban por completo una película y opacan a estrellas como por ejemplo, la tonta de Penélope Cruz. Si no vieron la peli, véanla, una de las más hermosas de Almodóvar. Si la vieron, entonces ya saben quién es la Agrado y por qué la estoy recomendando.

Este video es el del famoso monólogo de la Agrado en donde declara su autenticidad.






Y en este video, Antonia San Juan y Marisa Paredes se sacan chispas en términos de actuación. Véanlo y mátense de risa.



20 abril 2010

El triunfo del silencio

Cuando uno escribe, siempre algo queda en el camino. Por ejemplo, cuando pensaba escribir este post, había un montón de cosas que quería decir. Pero ahora que lo escribo, muchas ideas no toman forma, muchos deseos de decir quedan sin poder ser expresados en la forma que yo imaginaba. Aún así, sigo escribiendo, mitad porque es mi semana en La Covacha, mitad porque a pesar de que la palabra es incompleta, también dice lo que dice, y además más y otra cosa.

Desde hace un tiempo veo con mucha pena que la palabra se va achatando cada vez más. Que todos los relieves posibles que una palabra podía tener se van perdiendo hasta ofrecer poco más que letras unidas por alguna regla que todos ignoran y que incluso hasta combaten en nombre de no sé qué rebelión. Esta idea, la de la rebelión mediante la falta de ortografía, es tan curiosa como la idea de que se combate al capitalismo siendo sucio. Yo creo más bien, que es un regodeo en la ignorancia, como si los chanchos vinieran a vendernos su chiquero como el paraíso terrenal.

Lo cierto es que me asusta. Porque ya estamos viendo las consecuencias: cuando alguien dice "te voy a matar", realmente lo hace, ya no es "estoy furioso con vos". La palabra no sirve para generar un límite entre lo pensado y lo posible, sino que es una enunciación del acto siguiente. Esas son las espantosas consecuencias de achatar a la palabra, de dejarla en el lugar humillante de un simple enunciado y de quitarle aquello que la hace bella, su posibilidad de decir más de lo que dice, su posibilidad de ser, en sí misma, una metáfora.

La palabra ha sido derrotada, al menos ha perdido varias batallas,  y supongo que los estúpidos estarán felices porque creen que están ganando, incluso que han ganado. Yo tengo miedo de ese mundo sin relieves, sin posibilidades de misterios, sin lírica. Un mundo donde, finalmente, triunfe el silencio.

13 abril 2010

La épica lucha entre el bien y el mal

El antagonismo del bien y del mal es un tema recurrente en la literatura fantástica. La lucha entre estas facciones puede venir de la mano de la religión (dios contra el diablo, la luz contra la oscuridad, ángeles versus demonios), o de la fantasía (la fuerza vs. su lado oscuro, la magia negra contra la magia blanca, las máquinas contra los humanos) y a veces el antagonismo es más profundo, subyace en la trama y no tiene representantes tan diferenciados, como el poder que corrompe y no a todos por igual. ¿Cuál sería la contracara del poder? Tal vez son muchas.
La literatura fantástica es, ante todo, creativa. Menospreciarla es desconocerla. Y no es fácil llevar la fantasía del plano de la imaginación al plano audiovisual, pero cuando se logra, es, valga la redundancia, fantástico.
Lo interesante de la literatura fantástica es que podemos quedarnos con lo que nos ofrece, e interpretar el mensaje sin alejarnos de los elementos que nos brinda. Pero también se puede hacer una segunda lectura: el contexto.
A riesgo de que Cecil me ponga un cero en literatura, continúo diciendo que a veces conocer el contexto de una obra fantástica nos puede ayudar para ampliar la visión de la historia. El contexto puede venir de una corriente, tomemos por ejemplo el romanticismo. El romanticismo es un movimiento artístico, cultural y político, del siglo XIX que impregna las obras literarias, las pinturas, las esculturas, la cultura en general y en particular. Surge como una reacción contra el racionalismo, que imponía reglas y estructuras. El romanticismo se conecta con una forma de concebir el mundo, la humanidad, los sentimientos, dejar de lado la razón y pasar por el corazón. Así, la literatura romántica está plagada de antihéroes, héroes trágicos, héroes incomprendidos, y nacen obras como Frankenstein y Drácula, obras fantásticas con sus visiones particulares del bien y del mal. El antagonismo está presente.
Y el contexto puede ser a veces más personal. Tomando de referente a un reconocido escritor de literatura fantástica, J.R.R. Tolkien, en una primera lectura podemos ver la lucha de las facciones antes mencionada en la obra El Señor de los Anillos, como el avance de la oscuridad sobre la Tierra Mieda, que destruye todo lo que tiene a su paso, el poder que busca más poder, el poder que corrompe a quién lo detenta, contra el bien que quiere proteger la vida, la naturaleza, la fraternidad, el amor, y todo aquello que haga que merezca la pena estar vivo.
El contexto de Tolkien es más significativo. Si bien este escritor es muy descriptivo, para algunos demasiado, la visión del avance de la oscuridad en forma destructiva viene de su propia visión, de haber visto como la revolución industrial acababa con campiñas, con paisajes verdes, para convertirlos en paisajes grises, urbanos, industriales, teñidos de hollín ocre del humo de grandes chimeneas, y por su vivencia en carne propia de la primera guerra mundial, donde se enroló como teniente segundo, especializado en lenguaje de signos, sirviendo como oficial de comunicaciones hasta que enfermó de la fiebre de las trincheras. El espanto de la guerra, de las masivas muertes en las trincheras, de la crudeza de lo ocurrido, se convierten en sus ejércitos de orcos asesinos de sus ficciones, sin que el autor pretenda hacer una alegoría de la guerra.
La lucha antagónica del bien y el mal de Tolkien es más humana a pesar del género fantástico, mostrando realidades universales a pesar de la fantasía, y no tiene formas precisas, no se pueden sintetizar en dos personajes centrales opuestos, porque la lucha está en cada uno de ellos, porque es interna, porque hay un mal que amenaza, y algunos personajes se dejan seducir, otros corren grandes riesgos de ser seducidos y se alejan, otros se corrompen fácilmente y se tientan, se obnubilan con el poder, otros pelean hasta la muerte para no dejarse llevar por el mal, y el mal que no lo ve todo, pero que quiere ver todo, a través de un ojo de fuego, a veces desvía la vista, por avaricia, porque el mal también seduce al mal, el mal quiere más y es ahí donde flaquea. En muchas obras el bien es blanco y el mal es negro, en cambio, en la obra de Tolkien, las caras del bien y del mal no están delineadas con contornos remarcados, no están tan definidas, pero son distinguibles, están omnipresentes, y latentes en los corazones de todos los personajes, como lo está en el género humano, y por lo que siempre tenemos opción.